Hoy me he levantado con esta canción, que en su versión en directo, vinimos escuchando el pasado sábado en el coche, antes de parar en Trujillo. No es normal que lleve ya algo más de 4 horas con ella y que no la haya dejado olvidada en la cola del BBVA, en la cola de CajaMadrid, mientras me tomaba media con tomate y aceite o mientras praparaba y revisaba las nóminas de marzo. No es normal.
Como no fue normal que el sábado, en el metro madrileño, creo que en Diego de León, en uno de sus interminables pasillos, se me subió a la chepa una canción de los Beatles que me acompañó todo el trayecto. Esa se quedó en Madrid y ahora no recuerdo cuál era. La seguiré buscando, aunque anoche no tuve la suerte de encontrarla, de ahí que apunte la de Sabina mientras termino el 347.
Como no fue normal que el sábado, en el metro madrileño, creo que en Diego de León, en uno de sus interminables pasillos, se me subió a la chepa una canción de los Beatles que me acompañó todo el trayecto. Esa se quedó en Madrid y ahora no recuerdo cuál era. La seguiré buscando, aunque anoche no tuve la suerte de encontrarla, de ahí que apunte la de Sabina mientras termino el 347.
Algunas veces vuelo
y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita,
a esa hora maldita
en que los bares a punto están de cerrar,
cuando el alma necesita
un cuerpo que acariciar.
Algunas veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo;
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón;
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella…, al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.
Algunas veces gano
y otras veces
pongo un circo y me crecen los enanos;
algunas veces doy con un gusano
en la fruta del manzano
prohibido del padre Adán;
o duermo y dejo la puerta
de mi habitación abierta
por si acaso se te ocurre regresar;
más raro fue aquel verano
que no paró de nevar.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.
1 comentario:
pues a escuchar toda la discografía "beatlelera", hasta que aparezca la cancioncita, mientras... siempre puedes seguir alternando con Joaquín (muy buen pelo, por cierto)
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