Las casi 3 horas del concierto de Bruce Springsteen en Sevilla fueron inolvidables. Tuve que esperar 40 años para saber qué era realmente un concierto y para cumplir uno de mis sueños: ver al Boss en directo.
¿Que qué tiene que ver el Bruce con Beyonce Knowles? Pues nada, pero es una facilidad que tiene uno para relacionar cosas irrelacionables. Bueno, quizá sí tengan algo en común: mi amigo Tauro (de nuevo voy a omitir su nombre, no sea que se enfade).
Pues sí, mi amigo Tauro (el nombre está cogido al azar y no hace alusión ni a su fecha de nacimiento ni al tema astifino, todo sea dicho) es seguidor incondicional tanto de Bruce como de Beyonce, últimamente más de ella, seguramente por la respetable edad que calza.
Ayer me invitó a ver el partido del Madrid (cuando digo Madrid, me refiero, por supuesto, al Real Madrid, no otros equipos de la capital, como el Rayo, Getafe, Atlético Parla, Atlético Pinto o Atlético de Madrid) contra el equipo suizo, donde Raúl volvió a marcar como sólo él sabe hacerlo. Me tenía preparado el sillón frente a las 42 pulgadas de lcd, la cervecita fresquita de barril y una sorpresa.
Así que ahí estaba yo, sentado en el sofá, con la cerveza en la diestra y tapándome los ojos con la siniestra, siguiendo sus instrucciones, mientras llegaba la sorpresa: Beyonce balanceando las caderas al ritmo de la versión inglesa del "Paco, Paco, Paco, Pacopaco,..."
¿Que qué tiene que ver el Bruce con Beyonce Knowles? Pues nada, pero es una facilidad que tiene uno para relacionar cosas irrelacionables. Bueno, quizá sí tengan algo en común: mi amigo Tauro (de nuevo voy a omitir su nombre, no sea que se enfade).
Pues sí, mi amigo Tauro (el nombre está cogido al azar y no hace alusión ni a su fecha de nacimiento ni al tema astifino, todo sea dicho) es seguidor incondicional tanto de Bruce como de Beyonce, últimamente más de ella, seguramente por la respetable edad que calza.
Ayer me invitó a ver el partido del Madrid (cuando digo Madrid, me refiero, por supuesto, al Real Madrid, no otros equipos de la capital, como el Rayo, Getafe, Atlético Parla, Atlético Pinto o Atlético de Madrid) contra el equipo suizo, donde Raúl volvió a marcar como sólo él sabe hacerlo. Me tenía preparado el sillón frente a las 42 pulgadas de lcd, la cervecita fresquita de barril y una sorpresa.
Así que ahí estaba yo, sentado en el sofá, con la cerveza en la diestra y tapándome los ojos con la siniestra, siguiendo sus instrucciones, mientras llegaba la sorpresa: Beyonce balanceando las caderas al ritmo de la versión inglesa del "Paco, Paco, Paco, Pacopaco,..."
El muy zorro me utilizó, por mi conocida admiración por Beyonsí, para darle al ojo sin pestañear viendo los movimientos de la diosa, cosa que quedó clara por la facilidad para encontrar sus vídeos y por el conocimiento minucioso que tenía de cada uno de ellos.
Yo, con esa flema británica que me caracteriza, le dije que apartara ese cáliz de mí y que pusiera de nuevo el partido, que había venido a ver al Madrid, no a la diva de ébano.
No bien había pitado el final del primer tiempo el árbitro, cuando mi amigo Tauro, con una destreza asombrosa, cambiaba de nuevo a los vídeos de la deidad negra, visionando esta vez el de su canción "If I were a boy".
- ¡Atento, atento!, exclamó presa de un ataque de ansiedad incontrolado.
- Mira lo que ME dice ahora: "¡cómeme!, "cómeme"!, insistía mi amigo en un estado entre ansiedad y subidón de hormomas, impropio de un padre de familia cuarentón.
- Me dice "¡cómeme!", repetía emocionado, casi entrando en éxtasis, a punto de levitar sobre el sofá y ante la mirada incrédula de su señora, mi señora, su hija heredera y la de un servidor, que intentaba sin éxito distraer su atención, que recogiese las órbitas de sus ojos golosones y que dejase de protagonizar tan bochornoso espectáculo.
Y con esta escena vivida cierro el círculo entre Bruce y Beyoncé. Si algo se llevó claro Springsteen de Sevilla, además del calor que hizo esa noche, fue el escaso nivel de inglés de los que asistimos al concierto, entre los que me incluyo, aunque un servidor se había preparado los estribillos y los momentos en los que cantaba el título de la canción. Y entre los que también incluyo a mi amigo Tauro, que llevaba las últimas noches soñando con la carita angelical de la diosa felina susurrándole "¡cómeme!", "cómeme!", cuando en realidad, la buena mujer, lo que estaba diciendo era commitment, que suena parecido, pero que significa compromiso, no "que me comas toa enterita", como soñaba ingenuamente nuestro Peter Griffin extremeño.
En fin, que después de tanto rollo y para que no le quede mal sabor de boca, como homenaje ahí va el vídeo de Beyonce Knowles diciendo "¡cómeme!, ¡cómeme!" y el de los U2 cuando nos decían "te traigo pasta, huevón!":
Aclaración: una vez más quiero dejar claro que mi supuesta admiración por Beyoncé no deja de ser una broma que se ha prolongado en el tiempo y que tuvo su origen en los primeros tiempos de la serie "Aquí no hay quien viva" y, más concretamente, en los sueños de un seductor del padre del portero de la serie. Dicho queda.
1 comentario:
El mencionado Tauro "golosón" del martes es el mismo Tauro que idolatra al tal Ludovico? que curioso... :-)
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