lunes, 6 de octubre de 2008

La boda de "Pakino"





Pie de fotos: los protagonistas (junto a los huevos fritos); los protagonistas con los padrinos; mi hermano, Mónica y Manu; el amigo Rafa y mi amiga la Canon 450D; Rocío, Paquita y Manu; María José, Pakino, el arroz,...; los "Javis" (Pedrero, González y Corzo), sus respectivas, Manu, Mónica y Miguel; los verdaderos protagonistas, junto a los novios: los huevos fritos, con el lomito y el choricillo; el desayuno del día después, tostadas como barcas de aceite y tomate (yo estoy en todas detrás de la cámara, en este caso, la nikon compacta digital).

RELATO DE LOS HECHOS

Eran las 6:00 de la "madrugada" y el despertador comenzó a gritar. No es que me importe madrugar, pero a una hora decente, a partir de las 8:00, por ejemplo, pero levantarse antes es inhumano. En esos momentos, ajeno a todo, Yako dormía plácidamente en casa de la mía mamma, seguramente a los pies de la cama de mi hermana Geli.

Mi Manu y yo habíamos quedado a las 7:00 en recoger a mi hermano y a Mónica, por lo que no había más remedio que incorporarse, pues quedaban casi 330 kilómetros hasta Andújar y la boda comenzaba a las 12:00. Las ganas, en esos instantes, eran mínimas, pero habíamos adquirido el compromiso de asistir y no podíamos fallar. Así que, como cuando estás pasando un mal momento y recibes un sms cariñoso de un amigo/a, un cafelito recién hecho nos puso las pilas y a las 7 y pico ya íbamos camino de Jaén.

A la boda no le faltó detalle: desde el cura argentino presuntamente trucha hasta la fuente de la que manaba chocolate que hizo las delicias de más de un goloso/a; desde los 35 platos del buffet (los conté) a los huevos fritos con lomito y chistorra de las diez de la noche; de la botellita de vino extremeño a la de aceite jienense como regalo de los novios, de los lloros de la madrina emocionada que "pierde" al pequeño de la familia a la locura colectiva (ya clásica) cuando suena el "ná na na ná, na na na ná,..." del "I will survive" de Gloria Gaynor.

Reconozco que me lo pasé pipa. No necesité de cubatas de esos que dejan el botellín de cola casi lleno, ni "empazurrarme" de cerveza, ni berbeme la cosecha del 2007,..., ni "cartones", ni tripis, ni "maría", simplemente me sentí muy a gusto desde el primer momento y eso que no conocía al 90% de los invitados.

A poco de empezar el buffet mi amigo Rafa, hermano de Pakino, depositó en mí su confianza materializada en una flamante Canon 450D sin estrenar. Insisto, pipa, pipa me lo pasé, como un día de Reyes cuando era pequeño, como un niño con la equipación de Raúl, como el primer beso de la primera novia, así me sentía en aquellos momentos. ¡Y sin carrete y con una memoria de 4Gb!, así que comencé a disparar, desde los novios a la cortadora de jamón, todos quedaron inmortalizados en las 400 y pico fotos que marcaba la cámara cuando se la devolví a sus dueños.

Disfruto haciendo fotos a la gente, pero son fotos sin ninguna pretensión artística, sólo quiero congelar los buenos momentos, las pequeñas cosas. Por eso me gustan las fotos cuando los retratados desconocen que los estoy apuntando con la cámara. Echaba en falta mi objetivo de 300mm, capaz de acercar al más lejano, pero esa sensación de disponer de un carrete sin fin nunca la había tenido.

Me gusta disparar a los críos, porque ellos no se preocupan de cómo poner la boca, de si tienen que decir treinta y tres o patata o de si el pelo lo tienen de esa manera o de otra. Así que su gesto, su expresión, es natural, no les preocupa mirar a la cámara, su mirada es trasparente y por eso siempre salen bien. Me fijé en una cría con unos ojos preciosos, quizá un poco tristes, quizá un pelín saltones (¿a lo María de Medeiros?) , pero a mí me pareció preciosa. Me corté un poco de hacerle más fotos, pues al no conocer a los padres me dio apuros, por todo el tema que hay con las fotos a menores, pero me encantó una que le hice de perfil mientras observaba atentamente a los novios.

Así que me perdí gran parte del buffet por culpa de la Canon, pero luego me rehíce y en el almuerzo dejé el pabellón en lo más alto: me lo comí todo, pero todo todo, como Dios manda, era lo menos que podía hacer para agradecerle a la familia el que me hubiese invitado. No podía defraudarles y eso hice, desde las gambitas a la pluma ibérica (¡ríete de la pluma del cura!) pasando por un excelente sorbete de manzana, desde el vinito blanco al Pedro Ximénez, pero, eso sí, todo con moderación, sin repetir, que tampoco había que tirar por la ventana los últimos días de esfuerzo por recuperar una línea cóncava que hace años se convirtió en convexa y que ahora me acompaña por debajo de las tetillas.

Emocionante fue el baile de los novios ante la atenta mirada de los invitados y digo emocionante no porque María José y Pakino fueran Ginger y Fred (solo de nombrar a Fred me entran ganas de ponerle media suela de metal a los zapatos), sino porque los invitados se contagiaron de las lágrimas de Paquita y Rocío, madrina y hermana del novio, que los observaban con una emoción mayor incluso que la mía cuando el gol de Mitjatovic en la séptima o el de Zidane en la novena. Tengo ganas de ver estas fotos para contar cuántos lloraban a moco tendido.

Y en esto llegaron los huevos. Todo el mundo estaba expectante, pues nadie pensaba que a las nueve y pico de la noche la gente iba a tener ganas de seguir comiendo. Pues sí, la gente come y bebe lo que le eches. Aparecieron primero los platos de jamón y, a continuación, los montaditos de lomo prometidos. Como yo me seguía sintiendo en deuda con la familia por su invitación, no pude menos que dar buena cuenta de todo lo que por allí pasaba, pero, eso sí, en ningún momento dejé la cámara, como un profesional, como si se tratara de un corresponsal de guerra, veía los platos acercarse a través del visor de la cámara y, sin temblarme el pulso, ayudaba a aliviar el peso de la bandeja a la camarera de turno.

No recuerdo lo que sonaba en esos momentos en la pista de baile, pero hubiera quedado de p.m. que el "diyei" hubiese resucitado a Freddie Mercury con el "Show must go on" , se hubiesen apagado las luces y se hubiesen encedido bengalas (hubiera quedado de lo más friki) para acompañar la salida de los esperados huevos fritos con lomito y chorizo que hicieron las decilias de más de uno, entre los que me incluyo, para a continuación haber pinchado el "We are the champions" como final a un día largo pero en el que todo resultó perfecto.

Pero no debo terminar este relato sin mencionar los besos que me dio Rafa cuando me marchaba. No voy a entrar en si besa de una manera o de otra, sólo resaltar el hecho de que la emoción que estaba viviendo por todo lo que la boda de su hermano significaba para ellos y por lo bien que todo estaba saliendo le hizo saltarse el "abrazo varonil" y plantarme dos besos mejilleros casi sonoros, casi parecidos a esos besos de abuela, esos besos de pueblo de Blanca Portillo que vimos en "Volver", pero fueron besos sentidos, besos de un amigo y reconozco que me gustaron, aunque, a día de hoy, la pluma que más me gusta es la de cerdo ibérico, y, a ser posible, con huevos fritos.

Edito esta entrada para decir que acaba de traerme el cartero la invitación para la gala de "Extremeños de HOY 2008" del próximo martes, que me manda mi amigo Antonio. Pues que se vaya preparando, que en cuanto termine la entrega de premios y se venga con nosotros a tomar una cervecita le voy a plantar un par de besos de pueblo como los de Rafa, que ya está bien de tanto apretón de manos y de tanto abrazo, cada vez más lejanos, por culpa de las barriguinas.



El gran Freddie:



El gran Fred. Casi nadie conoce mi habilidad con el claqué, pese a estar tan mal dotado para el baile. ¡Tiempos aquellos que veía estos musicales en casa de mis abuelos y se movían mis pequeños "pieses" al ritmo de Fred!

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