miércoles, 21 de enero de 2009

El Duque vs. Tony Soprano

"Un Hombre que no pasa el suficiente tiempo con su familia no merece ser llamado hombre", Don Vito Corleone.

No es mi intención hacer una tesis enfrentando a El Duque con Tony Soprano, porque no hay comparación posible, sería como comparar a Juan Diego Botto con Sean Penn o a Elsa Pataki con Audrey Hepburn o a la suma de Carlos Baute y David Civera con el señor Springsteen.

El primero se piensa que modificando la voz, haciendo una mala imitación de la de Don Vito Corleone, al que Mata y yo llamamos Padrino, ya es sufiente para dar el pego como mafioso. A eso le sumas la tableta de chocolate del pecho, una mesa de billar, un par de ayudantes con caras de malo, el sudamericano de turno, el policía que antes era del Samur de Hospital Central y varias sin tetas y ya tienes montada la historia: chico bueno que, por circunstancias de la vida, se dedica a negocios malos conoce a chica buena sin tetas y son perseguidos por el poli bueno y los sudacas malos, con un final a lo Bonnie and Clyde, en el que sobrevive Bonnie para poder rodar otra temporada.

Esto, comparado con los Soprano, no hay por donde cogerlo. Y eso que todavía voy por la primera temporada y son seis.

En varias ocasiones, Elvira Lindo se ha referido a la atracción que siente por Gandolfino, el actor que interpreta a Tony Soprano: ni guapo ni feo, poco pelo, bastante entrado en carnes, con una voz normal, es decir, todo lo contrario a El Duque, y con una rotunda presencia, por llamarlo de alguna manera, cuando se pasea por la cocina en calzoncillos o con el albornoz blanco.

Yo también reconozco que me siento atraído, no por Gandolfini, sino por Tony, el personaje: un tipo serio, con valores, en el que la familia es lo primero, amigo de sus amigos y enemigo de los enemigos de sus amigos, bastante madrero, todo hay que decirlo, y muy sensible, con una sensibilidad que en muchos momentos le puede y lo mismo se emociona viendo unos patos bebiendo en su piscina que le rompe la cara a un matón por haberse mofado de su hija. Y, como le dice a su psiquiatra, dedicado a sus "negocios de deshechos en medio ambiente".

Un tipo con talante, que sabe solucionar los problemas de la familia y que es agradecido con sus amigos. Ahora entiendo por qué la mayoría de los hombres prefieren a Tony Soprano antes que a El Duque, con más seguidores en el ámbito femenino.

Una muestra del talante de Tony y un recordatorio de lo peligroso que puede ser llevar un dobladillo en el pantalón (quién yo me sé, seguidor de este blog, sabe bien el riesgo de usarlo):



Y otra muestra de que uno puede ser tranquilo hasta que te tocan "los dobladillos":



He intentado buscar alguna escena significativa de El Duque, pero en youtube todo lo que hay es del tipo "El Duque en calzoncillos", "El Duque recién duchadito", "El Duque y Cata",..., lo que deja patente que la calidad del guión y la calidad interpretativa de sus protagonistas no son las mejores bazas de la serie.



Lo que daría más de uno por vivir esos momentos Soprano o Padrino en la parte trasera de un bar, rodeado de tipos como Luca Brasi, de los que ya no quedan, conocido por hacer él solo cualquier trabajo, sin ayuda de nadie y sin testigos.



Por no hablar de El Savoy, de Ernie Loquasto, "un local nocturno, un poco de luz a oscuras en medio de la gran ciudad, por donde desfilan tipos corrientes y fulanas pasmadas", con su corista Terry Shelton, su inspector Fuller, el periodista Chester Newman, el pianista Larry o el ex-boxeador Sony Sweet Sullivan, del que contaban que el hueso más duro de su rostro era la cereza del martini. Todo salido de la imaginación de José Luis Alvite.


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