jueves, 12 de febrero de 2009

El síndrome del superviviente

¡Quién me lo iba a decir, a mis años y con otro síndrome!.

Primero, que si me vino la crisis de los 40 con unos meses de antelación, crisis ya superada totalmente, todo sea dicho, a pesar de algún comentario malicioso de algún lector, y todo por intentar hacer algo de deporte, por bromear con el tema Beyoncé (léase, beyonsí) o por decir que me gustaría cambiar el coche por un deportivo italiano, practicar algún deporte de riesgo, hacer Interrail de nuevo (o el Camino de Santiago), cambiar mi imagen o hacerme más chequeos médicos, aunque yo me siga viendo hecho un chaval (*).

Después, que si el aterrizaje suave de la economía resultó ser un aterrizaje forzoso al modo del que el comandante "Sully" hizo hace unos días sobre río Hudson. Nos ha pillado y bien, pero ese es otro tema.

Y ahora me entero que me ronda el Síndrome del Superviviente. Y esto, ¿qué es lo que es? Pues se supone que yo soy, por ahora, un superviviente, uno de tantos que en la actualidad ve como sus compañeros cercanos pierden el empleo.

Según los psicólogos (que también piensan), después de una primera fase de agobio por las bajas laborales que le rodean, el superviviente se siente afortunado por mantener su puesto de trabajo, pero es probable que después caiga sin remedio en el Síndrome del Superviviente, "oseasé", el miedo al ser el siguiente en desfilar, y que se caracteriza por:
  1. Angustia por trabajo adicional.
  2. Sentimiento de culpa por el despido de otros trabajadores.
  3. Disminución de la moral y desmotivación.
  4. Desconfianza ante al dirección de empresa.
  5. Escepticismo ante el futuro.
  6. Reducción de la productividad.
Y advierten que esto es un bucle, pues si cae la productividad, caen las ventas y aumentan de nuevo los despidos.

Vamos, que si no teníamos suficiente con cumplir los cuarenta en medio de la crisis económica-financiera (por culpa de los americanos, según Zapatitos y Pepiño White), ahora podemos caer en este bucle cuyo destino es el despido o la desaparición de la empresa.

No sé si alguno de los que me rodean sufrirán este síndrome, creo que no, porque, entre otras cosas, se nos ve más activos y menos preocupados por las tonterías por las que antes nos quejábamos. Lo que está claro es que es hora de mirar más por la empresa, ser más optimistas y procurar trabajar mejor, y no es hora de coger bajas injustificadas o de plantearse cambios de empresas, porque, visto lo visto, el último en llegar siempre es el más barato a la hora de despedir.

(*) Tómese con ironía el comentario del deportivo, el del cambio de imagen, el de practicar deportes de riesgo y el del Interrail, es coña del autor, que luego vienen los comentarios maliciosos. Eso sí, el Camino de Santiago y el concierto de Bruce Springsteen el 28 de julio en Sevilla son objetivos para este año. Lo de verme hecho un chaval, no es que lo diga yo, es que no hay más que verme. :-)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por este post tan acertado. Sara Palín.

Anónimo dijo...

Desde Nietzsche no había leído algo tan interesante. Che Güaka

Anónimo dijo...

Inconmensurable. No tengo palabras. Tanta belleza en tan poco espacio. Rafa Salmoral