domingo, 1 de febrero de 2009

7 vasos de agua y un profesor de autoescuela

Hace unos días nos reíamos con la viñeta de Forges en la que un joven, con la nariz enrojecida por el frío, los lomos al aire y abrigado únicamente con un suéter y un pañuelo palestino, exclamaba: "paso ya de marcar tendencias. Ahora mismo me voy a casa a ponerme el abrigo".

El pasado jueves, mientras esperábamos nuestra ración de 6 mini bocatas con papas fritas, presenciamos algo que nos llamó la atención. Justo a mi espalda estaban sentadas un grupo de chicas, jovencitas y pijitas, siete contó mi Manu, vestidas de lo más cool, en animada conversación en torno a una mesa sobre la que tenían 7 vasos de Coca Cola, de esos de cristal tallado más estrechos por la parte inferior.

¿Que qué contenían esos vasos? ¿Coca Cola? Pues no, agua, agua de grifo, como la que le gusta a mi amigo Antonio. Cada pocos minutos de acercaban una a una a la barra, entregaban su pedido y regresaban con su vaso de Coca Cola lleno de agua de grifo.

El camarero, al grito de "chica", llamaba su atención y ellas de nuevo se acercaban y regresaban con su tabla pequeña con uno o dos montaditos, las papas fritas y su vasito de agua de grifo. Y así varias veces se repitió la misma escena en el tiempo que estuvimos allí.

No creo equivocarme si afirmo que el montante del ticket de las siete bellas damiselas debió ser inferior al nuestro y no porque nosotros seamos unos glotones y nos jinquemos los 100 Montaditos de una sentada, más bien porque dudo mucho que a ellas les cobraran los litros de agua que tomaron. Eso sí, si cobrasen por tiempo o por papas fritas nos hubieran ganado de largo.

¿Y qué tienen que ver los vasos de agua con el profesor de autoescuela? Pues nada, era una forma de unir dos temas en un solo post.

¿Hay algo más incómodo que ir conduciendo mientras tu pareja ejerce de Luis Moya? Pues algo parecido le ocurrió a nuestra amiga Isabel ayer mientras regresábamos de cenar en casa de los amigos Paqui y Javi Cermeño.

Ella no había bebido, así que era la encargada de traernos a Badajoz. Pero "ete aquí" que su Luis Moya se había bebido hasta el agua de los floreros y ¡claro! todo el trayecto que si no adelantes aquí, que si ese es un punto negro, que si ahí se pone la guardia civil, que si llevas las luces altas,..., y todo el tiempo frenando, eso sí, pisando la alfombrilla, porque al no ser un coche de autoescuela no disponía de pedal de freno para el copiloto.

Como sé que él lee este blog y en la última semana hemos intercambiado ideas de negocio tan geniales como la tienda de jabones al corte, el restaurante de sopa de sobre o el apple center en el local del ya cerrado Bang&Olufsen, sólo quiero decirle que ni se le ocurra dejar la informática por la enseñanza en la autoescuela o para montar un bar de tapas para niñas pijas.


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