jueves, 10 de julio de 2008

Starbucks Coffee

Leo que van a cerrar 600 Starbucks en Estados Unidos y van a mandar a su casita a 12.000 serviciales y educadísimos empleados, todo, al parecer, consecuencia de la crisis. Es normal, gastarse 5 euros en un café no está al alcance de muchos.

A mí lo que más me gusta de los Starbucks no es precisamente el coffee. Hace unos años tenía curiosidad por probar el café que Carrie Bradshaw paseaba por las calles de Manhattan en la serie "Sexo en Nueva York", pero últimamente me gustan los Starbucks por otro motivo: dejar pasar el tiempo.

La última vez, hace cosa de un mes, en el que está junto a la Catedral de Sevilla. Un moka descafeinado, mi frapuccino caramelo y a la planta superior, a pegarle una paliza a los "sofales" después de una buena ración de cañas y tapas por la zona. Por menos de 5 euros mi Manu se pegó una siesta de media hora, yo me leí El País, hice fotos desde el balcón, observé a los guiris bajo el sol de la Avenida de la Constitución en dirección a la catedral,...

Otro de mis Starbucks favoritos es el que se encuentra en la Gran Vía, entre Callao y la Plaza de España, con piso superior y ventanal, por supuesto. Pues más de los mismo, la última vez fue a media tarde después de quemar los pies en una jornada de feria en Ifema. Creo que también hubo cabezada por mi Manu (esto ya va siendo una tradición), lectura de prensa y, sobre todo, "darle al ojo" viendo el movimiento de gente de todo tipo que tiene la Gran Vía a cualquier hora. Este también me recuerda un viaje relámpago al Cirque du Soleil con la mía mamma y la mía sorella Geli.

También me gustan otros dos por la fauna que entra y sale del mismo. Uno en la calle Serrano, donde los "sofales" se encuentran en el sótano, sin luz natural. Merece la pena sólo por observar a los niños pijos de la zona, con sus marcas, cuellos subidos y pantalones bajados que dejan al aire la marca de los gallumbos. Las niñas, el 99% rubias, muchas con las cejas teñidas de negro, y el "o sea" en los labios. El otro, en Ortega y Gasset, con la misma flora y las mismas marcas, solo que éste a la altura de la calle.

Diferente, el que se sitúa en la Av. de l'Opera, en París. De allí recuerdo el dolor de cabeza que me provocó un frapuccino excesivamente frío al ingerirlo por la pajita verde, el nivel de decibelios de la sala, muy inferior al que te puedes encontrar en cualquier Starbucks en España, y la cantidad de portátiles Apple por metro cuadrado.

En Londres había muchos, pero siempre parábamos en el que está en Regent St. Allí sí que descansábamos después de cada jornada pateando la ciudad. Recuerdo, sentados junto al ventanal, la imposibilidad de contar el número de personas de todo tipo y colores pasaban cada segundo ante nuestros ojos.

¿Y en Praga? Pues en Praga el verano pasado todavía no había Starbucks, pero no se echaban de menos, había Cafés más auténticos con suficientes ventanales para observar la ciudad.

A pesar de que todos los Starbucks Coffee son iguales: el mismo mobiliario, la misma decoración, yo diría que hasta los mismos empleados serviciales (y sospechosamente simpáticos), de cada uno guardo recuerdos diferentes y momentos de viajes que nunca olvidaré.

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