jueves, 4 de septiembre de 2008

Rumores

Cuando estábamos en la Facultad, aquellos maravillosos años (ahora debería sonar de fondo Joe Cocker y su "With a Little Help From My Friends") a finales de los ochenta y principios de los noventa: más de tres meses de vacaciones, empezabas a estudiar después de Navidad, fiestas, vespas, día del universitario, despacho para tertulias, cafés,..., nuestro amigo Fol era un auténtico maestro en crear historias que, por la forma de contarlas, se convertían en realidad a los ojos del que las estaba escuchando, siempre con algún compañero de clase como protagonista.

Muchas de estas historias hubo que desmentirlas rápidamente, pues iban enriqueciéndose conforme pasaban de una persona a otra y perdían la gracia e inocencia inicial.

Hace poco, al entrar en una sucursal bancaria, me encontré con un antiguo compañero de universidad. El caso es que él me saludó por mi nombre, pero yo no pude hacer lo mismo, porque sólo recordaba el mote que le pusimos en su día, capitán Furillo, sacado de la serie de los 80 "Canción triste de Hill Street". Es más, tendría que buscar la orla para mirar su nombre real, ya que creo que nunca lo supe.

Todo esto viene a cuento porque he leído que el ex-presidente Aznar ha tenido que emitir un comunicado desmintiendo que él sea el padre del futuro hijo de la ministra francesa Rachida Dati, por lo visto, todo fruto de un rumor del que se ha hecho eco como noticia un diario de Marruecos.

Ayer, a la hora del almuerzo, mi Manu me contaba que mi hermana Geli había visto el otro día a una chica, clienta y conocida mía desde aquellos maravillosos años, acompañada por su grupo de amigas de toda la vida y que iba con la cara compungida; bueno, al parecer, iba llorando (no sé si esto último es ya un "enriquecimiento" de la historia o era la realidad).

Mi Manu decía que era la segunda vez que la habíamos visto con sus amigas y sin su marido este verano. Entonces yo añadí que precisamente hace 2 ó 3 días me crucé con él: yo iba con mi perro y él solo, haciendo footing.

- "¡Ya está!, eso lo confirma todo", exclamó mi Manu.

- "¿Por qué?", dije yo, "porque el muchacho ronde la cuarentena y haga deporte, no quiere decir que esté en plena crisis y haya roto con su pareja", comenté entre risas más que cómplices.

Pues ya está montado el rumor, el siguiente paso sería contar que últimamente siempre la hemos visto sola, sin su marido, con sus amigas cuarentonas, y que a él también lo hemos visto sólo y ¡haciendo deporte!, lo que significa a su edad que está en plena crisis y que seguramente pronto lo veremos con una chica más joven que él ayudándole a elegir su ropa en el Kiddys Club o en Marco Aldany cambiando el corte de pelo que siempre ha llevado o tiñéndose las canas.

Pero esto no es nada comparado con lo ocurrido cuando nos llegó a la oficina el rumor de que a una compañera de trabajo el marido le había pegado y ella estaba ingresada. Durante los primeros días, el rumor se fue extendiendo y enriqueciéndose, alcanzando unas cotas de realismo que ríete tú de "Te doy mis ojos". El presunto Luis Tosar pasó de ser buena gente y agradable a maltratador frío y malo, malísimo de la muerte, con la suficiente caradura como para dejarse ver por la empresa donde trabajaba su maltratada esposa. Recuerdo comentarios de todo tipo, insultantes hacia su persona y alguno como que lo que se merecía era una buena paliza por lo que había hecho.

¿Y qué había hecho? Pues realmente nada malo, pues lo que hizo fue acompañar a su chica a urgencias porque tenía un fuerte brote de esquizofrenia y quedó ingresada, por lo que la mala cara no era por ser una maltratador, más bien por lo que estaba sufriendo al tener a su pareja ingresada con este tipo de enfermedad.

Así que, cuidado con los rumores, que algunos los carga el diablo, aunque otros tienen su gracia y pasan a convertirse leyenda urbana, como el submarinista que apareció chamuscado en lo alto de un árbol después de un incendio forestal o los cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York o quien no ha visto desaparecer un filete de ternera después de dos días sumergido en Coca Cola, la misma que utilizan para limpiar motores o desenroscar tornillos oxidados. Como diría Rafaela: rumore, rumore, rumore.








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